martes, 29 de noviembre de 2011

"Al decir que es difícil estas afirmando que es posible"

Te escribo desde el mismo sitio de siempre. Ese que tantas vez nos a visto reír y llorar. Compartir secretos y discusiones. Amores y odios.
Te escribo, y puede que esta vez, si que sea la última. Y es que mi madre tenia razón, cuanto nos cuesta decir adiós.
Y cuanto mas nos cueste, es que mas nos hemos querido.
Ambos hemos sido testigos del paso del tiempo, del que dirán, del egoísmo, de la amistad, y de un amor vacío.
Creo que eso es lo que mas duele en esta vida. Comenzar algo hermoso, y que acabe antes de que te haya dado tiempo a saborearlo.
Mis palabras, después de tantos años, pueden que no produzcan el mismo efecto en ti. Sin embargo, algo a variado en todo esto.
Vamos. No nos paremos a pensar quien tubo la culpa de qué, o quién no supo dar mas.
El ultimo día que nos vimos, fue también la ultima vez en siete años que me dijiste que me querías, que me miraste de esa manera que solo tu sabes hacer, una mezcla entre protección, deseo y amor.
Recuerdo que me besaste, me baje del coche, y me dijiste: "Mañana te veo". Un mañana demasiado prolongado, y un te veo muy poco deseado.
Y es que no os podéis imaginar cuanto nos quisimos. Hasta el punto de romper a llorar de felicidad. Hasta sentir que has alcanzado el límite, que todo lo demás siempre será inferior puesto que aquello era inmenso.
Aún me sigo preguntando como pudo acabar de una manera tan fea, algo tan hermoso.
Supongo que nuestros planes, nuestro futuro de vida y aquellos niños con nombre pero sin existencia, se marchitaron en el momento en el que yo abandone aquel coche, y con ellos, a ti.
Apenas tenía fuerzas para seguir con todo aquello, y tu tampoco insististe. Supongo en cierta manera ambos teníamos claro en que iba a desembocar todo aquello.
Y si es así, díme, ¿Porque no tubiste el valor de despedirte? Creo que llegados hasta tal extremo, ambos nos merecíamos aclarar la situación, poner los puntos sobre las íes y marcharnos elegantemente, aun que eso si, con un cristal clavado de más.
Tranquilo, no pretendo culparte. Ni si quiera que te disculpes. Contigo aprendí a darle la importancia justa a las personas y a las circunstancias. Y creeme cuando te digo, que he derramado, y derramo, mas lágrimas por ti, de lo que jamas pensé que haría por ninguna persona. Que te he querido hasta el punto de dolerme, y te he defendido de todas y cada una de las personas que decían que no eras bueno para mi.
Mi camino contigo acaba aquí, "nuestro camino", es lo que tu quisiste, ya sea por cobardía o por falta de interés.
Pero cariño, jamás, jamás, te guardare rencor por todas y cada una de las noches que me impediste el sueño, jamás deseare, que te vaya mal, y jamás podré llegar a olvidarte del todo.
Sin embargo te pido un último favor:
Nunca más recuerdes como nos fue, lo que fuimos, y quisimos ser. Trata de disimular tus miradas si alguna vez tus ganas y mi deseo se vuelven a cruzar, y sobre todo, bajo ninguna circunstancia, vuelvas a repetir:
T(M)e quiero muchísimo Raquel.

jueves, 24 de noviembre de 2011

Dejar de pensar lo silencia todo.

Debes comprender que ese amor no deseado, ese deseo no correspondido, es un gran regalo que te hacen. No lo desprecies simplemente porque no te sea útil.
Poseer ese amor que no significa nada para ti, es diferente que perderlo. Porque, aunque pierdes algo que no comprendías, nunca más volverás a tenerlo, y eso es terrible.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

No, nunca, jamás, tampoco, nada.

Todo el mundo piensa que lo mas difícil es terminar. Dejar un trabajo, terminar una amistad o relación, dejar un lugar. Despedirse, marcharse, abandonarse.
Pero lo siento, os estáis equivocando. Lo difícil no es terminar, lo verdaderamente difícil es empezar.
Empezar a levantarte de la cama con el pie derecho, empezar a perseguir sueños y metas, empezar a querer-te, empezar a ser, quien quieres ser, no quien quieren que seas.
Si lo miras de esa manera, es mucho mas difícil llegar que irse. Es mucho mas difícil encajar, que desencajar.
Es mucho mas difícil quererte, que olvidarte.

martes, 8 de noviembre de 2011

Que la muerte te acompañe.

Me senté en mi mitad de sofá y contemplé lo vacía que había quedado la otra parte de su existencia.
Y me volví a preguntar por qué nos empeñamos en llenarla siempre con otra persona. Por qué llevaba años empalmando una pareja con la siguiente. Por qué, de todas las cosas difíciles e importantes que había aprendido a lo largo de estos años, nunca figuraba en la lista la asignatura pendiente de estar sola.
Otra vez a desilusionarse. Otra vez a perder las ganas.
Otra vez a olvidarse de los hombres, a reírse de ellos con esa risa que bien podría confundirse con llanto.
Otra vez a recuperar la ilusión. Otra vez a creer que será diferente. Otra vez a emocionarse con algo distinto.
Y otra vez a vivir una mentira. Otra vez a descubrirla.
Otra vez a desengañarse. Otra vez a quitarse media vida.
Otra vez a quedarse sola en su medio sofá.