miércoles, 9 de febrero de 2011

Largo viaje. Claro destino.


Ultimamente me he dado cuenta de que me paso más tiempo sentado aquí que en mi propia casa.
Subo al autobús y me siento en el sitio de siempre, nunca está ocupado...
Es verdad, mucho tiempo. Pero esta es la primera vez que me paro a observar.
Al autobús suben tanto gente mayor, como niños.
No entiende de edades.
Lo mismo emigrantes que nacionales, lo mismo gente bien vestida y arreglada, que gente normalilla.
También están los que huele bien, y los que, ¡Joder! hay que ver como huelen...
El autobús, no hace distinción de razas, ni de sexo, ni de edad, ni de nada...
Nos iguala.

Y pensándolo bien, el autobús se parece al viaje de la vida; te lleva al destino deseado.
Todos tenemos una parada en la que bajarnos, nadie se puede quedar en el autobús para siempre.

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